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jueves, 20 de septiembre de 2012

Soledades




Eleonor cogió la copa de vino y la levantó con tanta elegancia que habría enmudecido a cualquiera. El salón profusamente iluminado reflejaba el brillo vidrioso de sus ojos, bebió parsimoniosamente  y sin más comenzó a hablar: “Brindo por los ausentes, por  los que han llegado y los que están por llegar”. La única respuesta fue la imagen desaliñada y agónica que le devolvió el espejo de la majestuosa estancia a pesar de su vida prosapia.