El cliente entró por la puerta de la oficina cinco minutos antes de la hora prevista. Venía acompañado de una mujer que poco después supe que era su esposa. Nos dirigimos a la propiedad de la que esa misma mañana les había hablado; el lugar y sus características eran las que ellos estaban buscando y por fin después de meses y visitas a diferentes casas la habían encontrado.
Aparcamos el coche en la puerta de un chalet con vistas impresionantes y un jardín que daba la bienvenida. El dueño de la vivienda nos recibió con un gesto adusto aunque en breves segundos una sonrisa y su brazo extendido nos invitaba a pasar.
Tras el recorrido los clientes emocionados, y con un brillo especial en sus ojos le dijeron al propietario que compraban la vivienda a lo que éste contestó:
-No, si yo en el fondo no vendo la casa, pero estas visitas para mí son mejor que ir al psicólogo.